jueves, 18 de octubre de 2007

Una de romanos. Crónica de Ibiza by The Killer, 1ª parte




El imperio ilicitano crecía a la par que sus tropas. Guiados pos sus sabios y ambiciosos emperadores, Íllice había conquistado y anexionado la mayor parte del territorio trialético.
A diferencia de otros imperios, los emperadores ilicitanos daban ejemplo doblegándose en el campo de batalla ellos mismos junto al resto de sus tropas y gladiadores.
Triatlón era la principal diversión de la época. Los gladiadores ilicitanos liberaban toda su rabia y valentía en los distintos cosos deportivos. Allí se batían contra sus enemigos, para diversión de los patricios y plebeyos.
Luchaban bajo el nombre de Íllice Triatlón Club, cuyas siglas llevaban grabadas en sus ropas. El negro y gris de sus ropajes les distinguía.
El próximo objetivo era la mediterránea isla de Ibiza, estandarte del territorio Balear, y objetivo estratégico clave para la expansión del imperio.Ya habían conquistado las islas de Lanzarote y Gran Canaria, faltando Ibiza para completar sus dominios insulares. Hasta allí se desplazarían las valientes y aguerridas tropas ilicitanas, buscando agrandar aún más su leyenda.
Lejos de obtener beneficio económico de ello, estos gladiadores pagaban por representar y defender la leyenda de su pueblo. 150 Denarios habían tenido que desembolsar todos ellos. Pero la recompensa moral por salir con éxito de la batalla era mucho mayor que la inversión realizada.
Solo volver con la cabeza alta les valía, para orgullo de sus allegados y amigos.

Pues bien, como decía, estos gladiadores eran guiados por sus sabios emperadores. Uno de ellos destacaba en ocasiones por encima del resto. Ximus Rubertus gobernaba en ocasiones de una forma autocrática, siempre buscando el bien de su pueblo, guiándolo por sus iluminadoras ideas. Estas eran generalmente aceptadas por los triatletas plebeyos, que confiaban en su sabiduría y aceptaban todas sus ordenanzas e instrucciones sin discusión alguna.
Pero esta dictadura intelectual y deportiva, en ocasiones era puesta en duda, en incluso a veces superada, por otro emperador. Octavio Joserra se llamaba (Octavio, por el número de IMportantes Grandes Batallas de las que había salido victorioso).
De forma casi autónoma, Joserra guiaba sus pasos muchas veces solamente en busca de una corona de laurel en su cabeza. Debilitado en las Guerras Púnicas precedentes a las que había acudido buscando la expansión de sus dominios triatléticos, llegaba a Ibiza intentando recuperar su credibilidad deportiva. Cosa difícil después de su momentáneo reposo veraniego, alargado más de la cuenta.”la noche me confunde”, sentenciaba como excusa.
Tano Espresatium no les andaba a la zaga. Bajo el sobrenombre de “Acollonatti”, ya había golpeado los cimientos del imperio y presentando sus credenciales al trono en la pasada batalla de Roth. Su genética le delataba, ya que su hermano había demostrado sobradamente sus cualidades para la batalla triatlética. Lejos de doblegarse, llevaba pues en la sangre sus ansias de victoria y reconocimiento.
Los gladiadores eran encabezados por Rafius Aledum, potente fuerza de la naturaleza, aunque desaprovechada mayormente hasta la fecha. Eso podía cambiar en Ibiza, ya que llevaba tiempo bajo el “influjo Acollonatti”, al cual se había pegado como una lapa, ávido de absorber la mayor sabiduría posible.
Veterano de estas batallas era Vicentium Limortrix. Después de pasar un mes ampliando sus conocimientos en tierras lejanas al imperio, llegaba con poca preparación para la batalla. Si bien lo suplía con su enorme experiencia en el noble arte de la guerra. Su precioso corcel negro le acompañaría en el frente.
José Antonio Rabasquium venía pisando fuerte. Montaba también un rápido y precioso corcel. Pocas batallas en el frente hasta la fecha, suplida con su fuerza mental y física, que era temida por los emperadores, poco dispuestos a ceder su trono. Su buen hacer se plasmó en conseguir para toda la tropa una uniformidad común, que hiciera temer a leguas vista a los enemigos.
Perteneciente a la guardia de Íllice era Raulius Martinó-polis. Fue protagonista de las sublevaciones directas al poder establecido en la batalla de Roth. Un gladiador duro y difícil de doblegar. Tan solo tenía su talón de Aquiles al descabalgar de su montura y luchar con la infantería. Además era el cronista oficial del Imperio, responsable directo de contar los éxitos de las tropas.
Entre los legionarios destacaba Miguelix Jerezanium. Casi imbatible en el cuerpo a cuerpo de las batallas menores. Su cúspide llegó en la polis de Sueca, donde desplegó todo su potencial para la batalla. A partir de entonces también se le conoce como “el tigre de Sueca”. Todavía aprendiz en las grandes guerras, su momento de gloria está aún por llegar.
Compañero inseparable de Limortrix, era Pedrus Ortuñus. De espíritu libre y mente dispar, disfrutaba vistiendo siempre los últimos ropajes procedentes de los telares. Su conocimiento del “mundo de la noche” le convertía en el estratega ideal para “avanzadillas” nocturnas.
Davidios Lozanius se había incorporado poco tiempo antes a la legión. Procedía de la vecina polis de Hellice, a no muchas leguas de distancia de Íllice. Todavía novel en el arte de las grandes guerras, no dudó lo más mínimo cuando fue llamado a primera línea de batalla en centroeuropa. Su montura, extrema a la par que bonita, era por sí sola capaz de ganar a la mejor cuádriga en el coliseo.
Otro legionario de postín y también discípulo de Ximus Rubertus, era Pablio Valerius. Seguidor acérrimo de la doctrina de su maestro, no dudaba en embarcarse en las más dispares batallas, en las cuales había acumulado una gran experiencia. Ibiza se cruzaba en su destino como una piedra en el camino, buscando doctorarse el siguiente año en la guerra suprema.
Todos ellos habían tenido alguna experiencia previa y se habían batido en la arena del coso. Pero en esta tropa, había dos novatos, pertenecientes por tanto a la plebe triatlética hasta la fecha. Lejos de esconderse, buscaban cambiar tal situación personal, uniéndose a sus valientes y aguerridos compañeros.
El primero de ellos era Antonios Espinosios. Dominador de diferentes disciplinas, dispersaba su fuerza mayormente entre ellas. Su voz angelical era requerida en numerosas ocasiones para las fiestas en palacio. La influencia de Rubertus también se notaba en este primerizo, adoptando al pie de la letra sus sabias enseñanzas.
El segundo procedía de Mercadonopolis, lugar de visita habitual de los plebeyos ilicitanos para sus necesidades cotidianas. Por Andrenis Nerjas se le conocía. En ocasiones algo disperso mentalmente, sus dudas venían por la rápida acumulación de nuevas doctrinas, siendo necesario un aprendizaje lento que no le saturase. Su afinidad a Rabasquium le había hecho incorporarse a esta pléyade de valientes, a la cual defendería con su vida luciendo con orgullo sus ropajes.
Por último les acompañaba una dama. A pesar de las estrictas limitaciones de la época, había obtenido el permiso de los Dioses para la guerra. Estheris, de igual nombre que la Diosa griega del arte, hacía honor a su nombre diseñando las vestimentas utilizadas en la preparación de la batalla. Su cabezonería le había valido los mayores reconocimientos, después de superar con éxito precedentes y duras batallas.


Todos ellos representaban lo mejor del imperio. Un puñado de valientes elegidos para la gloria y tocados por la mano de los Dioses. Su valor y sabiduría marcarían su destino.

El resto de sus actos y su heroica actuación, ya son historia. A partir de ahora su fama les precedería. Ibiza solo había sido el comienzo. Las puertas del Olimpo su meta.


JOSERRA, desde el foso de los leones.