lunes, 7 de marzo de 2011

20 RAZONES PARA HACER TRIATLÓN. 1-Home de Ferro Ibiza 2002

Inicio aquí una serie de crónicas de triatlones especiales que me han marcado. Todos ellos con un denominador común: viaje y buena compañía. Por eso me centraré menos en la carrera en sí misma y más en todo lo que gira alrededor de ella. Aquí empieza la primera historia:

HOME DE FERRO IBIZA
Domingo 20-10-02
Ibiza.


Mi primer contacto con la Larga Distancia. Novato y pardillo total, a pesar de ser el cierre de temporada de mi segundo año haciendo triatlón.
Creo que la primera vez que oí hablar de Ibiza (de su triatlón de LD, se entiende…) fue en el triatlón de Fuente Álamo en Mayo de ese año. En el autobús que nos trasladaba de Fuente Álamo a la playa de Mazarrón, iba con un grupo de amiguetes de Alicante que había conocido el año antes mientras pululaba yo solito por los triatlones de la Comunidad Valenciana. Creo que fue José Antonio Grau el que con su habitual bravuconería, animaba a los demás a correr en Ibiza a final de año. Ninguno habíamos pasado de un triatlón olímpico, y aquello era dar un salto de gigante. Ibiza había sido hasta el año anterior distancia Ironman, y ese año era el primero que bajaba a distancia C (4-120-30), además de ser clasificatorio para el Campeonato del Mundo de LD que se iba a celebrar allí en Mayo del año siguiente.
La idea de esa carrera se me quedó en la cabeza. Había un grupo de alicantinos que iba a correr allí a final de año, y no dudé en comentarlo en nuestro recién creado Elche Triatlón Club. Rafa y Vicente parecían interesados, pero finalmente dijeron que no iban, así que al final decidí irme con los compis del Triatlón Puerto de Alicante (José Antonio Grau, Manolo Cortizo y José Carlos Martínez).



José Antonio, José Carlos y Joserra en boxes.




José Carlos, Manolo y José Antonio.

Salimos Viernes por la tarde desde Denia, en el Ferry de Balearia que tarda 2 horas en llegar al puerto de Ibiza. Algunos dejaron las bicis en la bodega, junto a los coches. Yo me había comprado una bolsa grande de bici para poder subirla al camarote y tenerla cerca. Durante el viaje conocimos a algunos triatletas que iban también a correr. José Carlos como siempre, no paraba de darle al palique con todo aquel que veía con pinta de triatleta.
“En la que nos hemos metío”, le comentaba a alguno que también tenía pinta de novato en LD como nosotros.


A la llegada a Ibiza nos montamos en las bicis y fuimos hasta el hotel, que estaba a unos 5 kms. La mujer de Manolo se llevó todo el equipaje de mochilas y maletas en un taxi.
Aquello me encantó y le daba un puntito de aventura interesante al tema. Montados con las bicis por el centro de Ibiza, sin saber exactamente donde estaba el hotel.
Finalmente lo encontramos. Era el hotel oficial de la organización y creo que llegamos casi con el tiempo justo de llegar al buffet libre antes de que cerraran la cocina.



El Sábado por la mañana la organización ponía un autobús gratuito que recorría una vuelta al circuito ciclista, de unos 60 kms. Yo no dudé en subirme, porque sobre todo quería ver el puerto de 4 kms. Se hizo algo largo, pero valió la pena para hacerme una idea de lo que me esperaba. Creo recordar que ni siquiera probé la bici, como se suele hacer antes de una prueba de este tipo. Ya la había probado del día antes en el trayecto del puerto al hotel, y todo funcionaba correctamente.

Por la tarde a meter la bici en boxes. Aquello de dejar la bici la noche antes era totalmente nuevo para mí. Fue la primera vez que realmente aluciné con las bicis de triatlón. Había cada máquina impresionante, lejos de mi hierrecito BH.





Manolo, José Antonio, José Carlos y una chiquilla que ya empezaba a despuntar: Virginia Berasategui.


Vista de boxes.





Rampa de salida de natación (sujetada por un bidón sobre el agua).







A la mañana siguiente un autobús de la organización pasaba por los hoteles a recoger a los triatletas y llevarlos a boxes. Las caras de miedo de algunos de nosotros eran importantes. Allí estábamos, camino del matadero, pero ya no había vuelta atrás. Recuerdo perfectamente el silencio que había en la mayoría de los que íbamos en el autobús. Esa especie de calma tensa que reinaba en el ambiente. Mucha gente con las miradas perdidas y el coco sin parar de trabajar pensando en cada detalle de lo que ibas a hacer las siguientes horas. Se sentía y se palpaba que íbamos a hacer algo grande, o por lo menos para mí, en aquel entonces, lo era.

Los boxes estaban junto al puerto de Ibiza. Se salía de un pantalán que había en medio de barcos amarrados. Había que tirarse de cabeza y como yo era un poco globero y no me fiaba de que se me bajaran las gafas, me tiré de pie con cuidado de no golpear a nadie.La natación limpia, porque no había mucha gente (unos 275) y porque no había apenas oleaje, ya que el brazo del puerto impedía que entrara la marea. No se me hizo muy largo, porque la natación era lo que mejor llevaba entonces



Joserra, saliendo de la natación.





En la bici se hacía un circuito de 60 kms al que había que dar dos vueltas. Era el mismo circuito que hasta el año antes se daban 3 vueltas para hacer los 180 kms del Ironman. Era una pasada. Dabas la vuelta a la mitad de la isla, pasando por las calas cristalinas y subiendo un puerto de 4 kms bastante durillo.
Mi alimentación consistía en barritas energéticas, isotónico y miel. Poco antes había probado unos geles naranjas de la marca Infisport que estaban buenos. Daba igual que con el tiempo me enterara que tenía la mitad de calorías que un PowerGel. Estaban buenos y eso era lo que contaba. El isotónico lo ponía rebajadísimo para que no se gastara el bote muy rápido. No tenía ni idea de su dosificación. En un bolsillo del maillot metí un bote de miel de la Granja San Francisco. Su envase me parecía ideal para llevarlo a la espalda y pegar sorbos de vez en cuando, como si fuera un bidón. Lo había vaciado hasta la mitad porque solo iba a tomarme medio y no quería llevar demasiado peso.
Era la primera vez que pasaba de 100 kms en bici y la segunda vuelta se me hizo eterna. El pseudo-acople que llevaba apenas lo utilizaba en esa segunda vuelta, so pena de romperme la espalda.




Sufriendo en el puerto.



Cuando dejé la bici y me puse a correr me dí cuenta de que aquello iba a ser muy, muy largo. 30 kms con el calor que hacía para alguien que solo había corrido 3-4 veces más de una hora (1h15’ el máximo…), eran demasiado. Tenía problemas con los tendones de aquiles y casi no podía entrenar la carrera a pie en condiciones. Pero allí estaba y había que acabar. Me arrastré y anduve mucho, pero finalmente acabé en 8h23’. Un minuto detrás llegó María Sempere, de Santa Pola. De María había oído hablar porque su hermano y el mío estudiaban juntos, pero hasta Ibiza no habíamos coincidido. Un poco más y me pilla. Sus padres no dejaban de animarme pero aquello no había manera de hacerlo funcionar. Al final de los últimos clasificados y uno de los peores parciales de carrera a pie.



Intentando correr decentemente...



Meta. Al fondo el speaker, junto al hinchable Coca-cola, un tal Felipe Gutiérrez.

La medalla y la camiseta finisher lo compensaban todo. Esa camiseta era y fue oro en paño durante mucho tiempo.
José Antonio hizo una gran carrera acabando en 7h43’, pero le ganó a Manolo por apenas 1 minuto. Este venía enchufado corriendo y hizo un parcial estratosférico a pie. 1 km más y pilla a José Antonio. Algo más atrás llegó José Carlos, que andaba medio lesionado.

Por la tarde fuimos a ver las fotos de la carrera, que ya estaban listas para venderte a precio abusivo, como suele ser habitual. Por allí recuerdo perfectamente como los amigos alicantinos cruzaron unas palabras con un tipo de gafas y algo de melenita al que parece que conocían un poco. Había hecho 7h08’ y no paraban de decirle lo máquina que era y que carrerón y que bla, bla, bla….
Aquel tipo modestamente decía que estaba muy contento y que le había salido bien. Era también novato en la LD como nosotros, pero nos había ganado por goleada. A mí me había metido 1h15’. Yo no decía nada porque no lo conocía. Me limitada a escuchar alucinado el tiempo que había hecho, que a mí me parecía galáctico. Pensaba que era una puñetera máquina aquel tío (…). Me quedé con su nombre, que era fácil de recordar. Ximo se llamaba. Un año o dos más tarde ya empecé a coincidir con él en alguna carrera y supe que su apellido era Rubert…

La vuelta hacia Denia era Lunes por la mañana. En el Ferry me pillé el diario de Ibiza, donde aparecía la clasificación del Home de Ferro. Me sentía alguien diferente solo por ver mi nombre en aquella clasificación. A la vuelta no paraba de enseñar ese periódico y las fotos a la gente de mi entorno. Para la mayoría era un Dios, a pesar de haber terminado tan abajo.
Pero lo importante era que la semilla ya estaba plantada.